SELLO | HILDEGART RODRÍGUEZ CARBALLEIRA

HILDEGART RODRÍGUEZ CARBALLEIRA

DATOS TÉCNICOS DEL SELLO

Número EDIFIL:

Temática: Personajes

Fecha de puesta en circulación: 2 de octubre de 2024

Procedimiento de impresión: Offset

Soporte: Estucado, engomado, fosforescente

Formato del sello: 28,8 x 40,9 mm (vertical)

Dentado del sello:

Efectos en pliego: 25 sellos

Valor postal: 1 €

Tirada: 115.000

Diseño:

INFORMACIÓN SOBRE EL MOTIVO DEL SELLO

El 9 de junio de 1933 la sociedad española despertó con la noticia del asesinato de una de sus jóvenes promesas, Hildegart Rodríguez, que a sus 18 años había finalizado la carrera de Derecho, comenzado la de Medicina y firmado un puñado de libros que para su época, incluso entre quienes defendían las ideas de izquierdas de la República, eran consideradas atrevidos y polémicos. Hildegart había abordado sin tapujos la sexualidad de las mujeres, en especial de las más jóvenes; escribió una historia de la prostitución, se refería sin rubor a las enfermedades venéreas y a cómo evitarlas, y reflexionaba en otros tratados sobre pensamiento político y su propio desengaño de las teorías del socialismo y el marxismo.

La que había sido la abogada más joven de España apareció acribillada a tiros en su propia cama: y la autora de los cuatro disparos, que había escogido para esa criatura a la que había destrozado la cabeza el determinante nombre de la abadesa, música y escritora medieval Hildegard von Bingen, no era otra que su propia madre, Aurora Rodríguez Carballeira. Imbuida de ideas muy peculiares sobre la situación de la mujer y la manera de mejorarla, había planificado con todo mimo cada paso de la vida de su hija, su escultura de carne: su concepción y embarazo en solitario, sus estudios, sus lecturas y sus amistades. Desde que Hildegart nació, el 9 de diciembre de 1914, Aurora depositó en ella su sueño utópico de que ejecutara sus planes, y se convirtiera así en la nueva mujer de una nueva época.

Con ella dejó su Ferrol de origen y se mudó a Madrid: la inteligencia y la profundidad de pensamiento de Hildegart superó todas sus expectativas. La niña no solo asimilaba con facilidad lecturas destinadas a adultos, sino que las completaba, rebatía y elaboraba teorías más sólidas y coherentes que atrajeron la atención de pensadores como Gregorio Marañón o de intelectuales extranjeros como el escritor H. G. Wells. En Hildegart veían un prodigio, una promesa a la que, paradójicamente, solo estorbaba la figura de una madre cada vez más asfixiante, cada vez más paranoica, que se negaba a que su hija, fascinada por temas sociales, escogiera un camino diferente al marcado por ella. Ante la decisión de Hildegart de independizarse decidió destruirla con la misma irrevocabilidad con la que la había creado. Murió en la cárcel, sin arrepentirse de nada, veinte años más tarde.

Los textos de Hildegart han quedado opacados por su fulminante biografía, por su terrible fin. Originales, brillantes, modernísimos, merece la pena rescatarlos: son más ella que su propia biografía.