Número EDIFIL: 4164
Temática: Patrimonio nacional
Fecha de puesta en circulación: 9 de mayo de 2005
Procedimiento de impresión: Huecograbado
Papel: Estucado, engomado, fosforescente
Dentado: 13 1/4
Formato de los sellos: 70,56 x 49,9 mm (triangular)
Formato de la hoja: 163 x 91,3 mm (horizontal)
Valor postal: 0,28 €; 0,53 € y 0,78 €
Tirada: 600.000 hojas bloque
INFORMACIÓN SOBRE EL MOTIVO DEL SELLO
El abanico, además de ser un instrumento que proporciona aire fresco a su usuario, ha sido utilizado a lo largo de la historia como objeto con el que emitir mensajes, ya que con él se pueden practicar distintas formas de lenguaje. De hecho, este instrumento, dependiendo de cada movimiento, que tiene su propio significado, hacía trasmitir un código secreto que servía de comunicación entre amantes, amigos y arpías. Pero también los abanicos son soportes de creación artística, pues no hay más que echar una mirada a los tres sellos que Correos emite ahora para comprobar su relevancia dentro de las artes aplicadas, su belleza y variada tipología.
Los abanicos que se muestran en esta emisión dedicada a Patrimonio Nacional 2005 son: uno del siglo XVIII, de tema costumbrista y asunto urbano, que reproduce una estampa popular madrileña y pertenece a la colección del Palacio Real de Madrid; y dos más, pertenecientes a los fondos del Palacio Real de Aranjuez, uno del siglo XVIII, cuyo país está decorado con escenas mitológicas de ninfas, amorcillos y faunos, y otro del XIX, decorado con flores y guirnaldas. Los tres son plegables, según su tipología, ya que en su estructura imitan las alas de un murciélago o “komori”, al menos así los vio un fabricante japonés del siglo VII d. C. Poseen todas las características y estructura, propias de los así denominados: país (tela pintada o decorada, encaje y seda), rivete, fuente, varillaje, guía, guarda, boleta, ojo y guardapulgar. Fueron pintados a mano por artesanos acreditados de la época. El abanico plegable apareció por vez primera en España en el siglo XVI, centuria en la que surgen los primeros abaniqueros aquí. Sin embargo, en éste y en siglos posteriores, la importación de ejemplares procedentes de Italia y Francia fue tan importante que el rey Carlos II en 1679 se vio obligado a limitarla. Se sabe que en el siglo XVIII había en Madrid numerosos artesanos abaniqueros, aunque será Valencia la que se consolide como centro productor. Es por ello que en 1802 se instale allí la Real Fábrica de Abanicos. Desde entonces, los grandes centros productores son Valencia, Aldaya y Godella. Al margen de su uso, los abanicos, esos instrumentos frágiles, convertidos en complemento indispensable del atuendo femenino, objetos de seducción, elegancia y coquetería y símbolos de distinción, muy prodigados entre las damas de la realeza y la aristocracia, los que alcanzaron gran difusión en toda Europa durante los siglos XVII y XVIII, hoy aparecen los antiguos convertidos en objeto de colección y los actuales en su plenitud de función.
Texto: Francisco Vicent Galdón